Explicando una tarde anatomía
un sabio profesor,
del corazón a sus alumnos daba
perfecta descripción.
Anonadado por sus propias penas
la cátedra olvidó; y a riesgo de que loco le creyeran,
con alterada voz:
“Dicen, señores, exclamaba pálido,
que nadie consiguió vivir sin esa víscera precisa.
¡Error, extraño error!
Hay un ser de mi ser, una hija mía,
que ayer me abandonó;
¡las hijas que abandonan a sus padres
no tienen corazón!”
Un estudiante que del aula oscura
se oculta en un rincón,
mientras los otros asombrados oyen
tan público dolor,
sonriendo a un amigo y compañero
le dijo a media voz:
“¡Piensa que a su hija el corazón le falta …
y es que lo tengo yo!”
Eusebio Blasco.
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